Por el año 1884 las inundaciones del río Segura (Murcia) que en habían destrozado las huertas murcianas y la escasez de Congregaciones religiosas en esta zona, hizo que Madre Piedad se orientara hacia esos lugares de mayor necesidad.
En Puebla de Soto, a 1 km. de Alcantarilla (Murcia- España), empezó su primera fundación con el nombre religioso de Piedad de la Cruz y la primera Comunidad de la orden de Terciarias de la Virgen del Carmen .
Cuando los habitantes de la huerta murciana aún no se habían repuesto de la tragedia de las inundaciones de 1884, apareció el cólera. Piedad de la Cruz y sus Hijas se multiplicaban en el cuidado a los enfermos y a las niñas huérfanas en un hospitalillo que ella llamó de «La Providencia».
Iban llegando otras jóvenes, atraídas por el modo de vivir de aquellas primeras Terciarias Carmelitas. La Casa se quedó pequeña, hubo que comprar la de Alcantarilla. También se estableció una nueva Comunidad en Caudete... Todo hacía pensar que al fin, Madre Piedad había encontrado el lugar donde llevar a cabo su vocación.
Sin embargo... de nuevo la cruz. Era el signo que ella había pedido para saber que todo aquello era de Dios: «Fundar en tribulación» y el Corazón de Jesús se lo concedió con creces. En el mes de agosto, las hermanas de Caudete se dirigieron a Alcantarilla y se llevaron las novicias, dejando a Madre Piedad sola con Sor Alfonsa. Fueron días de mucho sufrimiento. Madre Piedad, se refugió en la oración, se postró ante el Cristo del Consuelo y allí permaneció horas y horas clavada a sus pies. Sufre, pero no se rompe, porque la barquilla de su vida estaba bien anclada en el Señor.
En su dolor, el Obispo Bryan y Livermore la envía a ella y a su fiel Sor Alfonsa, al Convento de la Visitación de las Salesas Reales en Orihuela para hacer un mes de ejercicios espirituales y allí proyectar una nueva Fundación. Es aquí, donde el Espíritu Santo la iluminó, al tiempo que le mostraba su verdadero Carisma, y el título de su Congregación, que estaría bajo el patrocinio de S. Francisco de Sales.
Y... llegó la hora de Dios. Era el 8 de septiembre de 1890. Nacía en la Iglesia, después de muchas dificultades y tribulaciones, la Congregación de Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús, una Congregación donde el Corazón de Cristo quiere ser amado, servido y desagraviado. Y al amar, servir y desagraviar, ver el rostro del Señor en las niñas huérfanas, en los jóvenes, en los enfermos, en los ancianos abandonados... y ayudarles a llevar su cruz.